La prueba de Gata de Gorgos ha supuesto, en muchos aspectos, un punto de inflexión en mi corta “carrera” como runner. Ha sido la confirmación de que ya no doy más de mí ésta temporada y, lo que es más penoso, que voy hacia atrás, como los cangrejos.
Había entrenado perfectamente toda semana, incluso el Jueves realicé unos dosmiles prácticamente perfectos. Pero ni por esas. Una vez más el bloqueo físico hizo acto de presencia prácticamente con el pistoletazo de salida.
Las sensaciones volvieron a ser tristes, penosas diría yo. Las piernas se me bloquean de tal manera, que, prácticamente, no puedo casi con ellas. Me pregunto que ha pasado con aquella frescura y aquella fuerza tenía hace 4 semanas. El estado de forma va decayendo de manera paulatina y alarmante.
Tenía grandes esperanzas puestas en esta temporada. Tenía la esperanza de que la experiencia, la veteranía y el entreno hicieran que fuera mejorando paulatinamente. Tenía grandes esperanzas puestas en el Circuit de la Marina Alta. Y por eso me he esforzado, he superado todas las molestias fisicas, he sacrificado bastantes cosas, incluída parte de mi salud. Pero lamentablemente todo ha sido en vano.
Aunque parezca triste, al menos a mí me lo parece, no tener la capacidad de bajar de 3’30” en un diez mil, con el sacrificio y el esfuerzo que llevo, es como para no sentirse orgulloso con uno mismo. Y más si lo comparo, aunque todas las comparaciones son odiosas, con otras atletas que, con menos experiencia, menos tiempo de actividad y menos entrenos, ya me superan absolutamente de calle.
Pero... en fin... la vida es así y, por supuesto, no voy a darme por vencido. Seguiré en la lucha, seguiré entrenando, y seguire esforzándome. Porque a pesar de éstos últimos traspiés, el running me ha dado muchísimas más satisfacciones de las que me ha quitado. Sería injusto decir otra cosa. El running ha sido mi vida estos últimos años, y es que, además, tengo una gran ventaja, me encanta practicarlo.