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jueves, 28 de agosto de 2008

QUE GRANDES!!! PERO QUE GRANDESSS!!!!

Pues sí, que grandes. Como es posible que una serie de deportistas reunidos bajo una misma camiseta, a 10.000 kms de tu lugar de residencia, le hagan a uno sentirse orgulloso de ser un ser humano que habita en éstas tierras, cuando cada uno de nosotros bastante tiene con ocuparse de salir adelante el día a día, de aguantar carros y carretas en nuestros sucesivos puestos de trabajo, de aguantar que te "chorizen" unos cuantos euros cada 6 meses porque al tal Trinchet le pasa por las narices tener el euribor por las nubes....

El partido contra los americanos se presentaba como un "imposible", al menos yo lo veía así. Habían reunido, bajo mi punto de vista, al mejor equipo visto en una cancha de baloncesto desde aquel de Barcelona, en 1992. Nos habían barrido de la pista apenas una semana antes, y habían ganado a todos sus rivales por una media de más de 20 puntos. Por eso, cuando el equipo español se clasificó para la final, eliminando a la selección lituana, yo dije: "Hemos ganado nuestra final".

Me levanté a las 8'15 de la mañana para ver un gran acontecimiento, después de no haber dormido mucho la noche anterior. Lo que no sabía era las sensaciones que iba a tener apenas dos horas después. Siempre he sido, creo que como todos, muy exigente con los deportistas de alto nivel, por eso me sorprendí a mi mismo viendo como una derrota de un equipo de nuestro país me iba a sentar tan bien.

Y es que no era para menos. Lo que yo no sabía es que esta generación de grandes jugadores de baloncesto, aparte de darnos inmensas alegrías con sus títulos y sus maneras de ganarlos (véase el oro en Lisboa del 99, el Bronce frente a Alemania en Turkia en 2001, Campeonato del mundo del 2006 contra Grecia, subcampeonato de Europa en 2007 contra Rusia, etc. etc), también nos iba a dar inmensas alegrías, satisfacción y orgullo cuando perdieran uno, uno tan importante como la final de una olimpiada.

Aunque... realmente... sólo lo perdieron en el marcador, ganándolo, y permítaseme un símil futbolístico, por auténtica goleada en el corazón de todos los que vieron ese partido. Fue la más digna reedición de la leyenda de David contra Goliath. Los "tirillas" españoles, contra los poderosos y hormonados americanos. Dieron la cara durante todo el partido, lucharon contra carros y carretas, contra los condicionantes del partido, contra los arbitros... Ahí teníamos, y citando una frase de un famoso periodista, al ejército de pancho villa con sus palos y piedras, poniendo en jaque al todopoderoso imperio americano con sus superestrellas al poder. A falta de 8 minutos para acabar el partido estábamos a 2, a falta de 3 estábamos a 5, y si entra ese triple de Carlos Jiménez, ¡ay! si entra..... no se que hubiese pasado.

Mención aparte merece el lamentable arbitraje de la tripleta arbitral. Tenían órdenes expresas de sus superiores de tener una permisibilidad sin límites con los americanos. Pasos (un verdadero recital), faltas personales (Howard se infló a dar palos a diestro y siniestro y llegó al final del partido sin ser expulsado por personales), zonas (en cada ataque tenían una chavola en la zona). Fue una dejación de funciones arbitrales clamorosa, dicho lo cual, es un penoso y peligroso precedente en una competición que se supone tan seria como unos juegos olímpicos.

Pero daba igual, ni la penosa actuación arbitral me iba a quitar la satisfacción de lo que viví en esas 2 horas intensas de basket. Fue nuestro particular "amanecer del hombre", perfectamente expresado por Kubrick en su 2001, una odisea del Espacio. Aqui dejo un video que resume en toda su extensión lo que fue el partido, la batalla de David contra Goliath, los "tirillas" españoles contra los hormonados americanos. El espectacular y grandioso mate de Rudy en la cara del Dwyne Howard.




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